En principio el 24 de diciembre no
parece un día muy propio para practicar la caza, aun así, me he escapado al
coto por la mañana a dar una vuelta con mis dos perdigueras. Si bien otros días
batimos zonas algo más llanas y abiertas de monte, hoy hemos cambiado el
escenario eligiendo terrenos de media montaña, más cerrados de espesura y
riscos de granito, como podéis comprobar en algunas de las fotos.
Ni que decir tiene lo difícil que se hace
practicar la caza en estos terrenos, poblados de pedruscos de todos los
tamaños, con trozos de guijarros sueltos que a veces producen heridas bastante
notorias en las patas y almohadillas de los perros, las mismas que por su
rusticidad morfológica posee nuestro Perdiguero de Burgos provistas de unos
excelentes pies de gato, con piel rugosa y muy dura que se adapta perfectamente
a la aridez de estos tipos de suelo.
Como era de esperar en este hábitat,
los conejos se hacen fuertes buscando su defensa entre los canchales y montoneras de piedra, acceso mucho
más difícil de alcanzar para los depredadores, dar con ellos y expulsarlos de
sus escondites, a veces, entremezclados con chaparras y acebuches, se convierte
en un esfuerzo duro para las piernas del cazador y el trabajo de los perros.
Como podéis comprobar, la mañana se
prestó con lances suficientes para poder regresar a casa satisfecho y orgulloso
con la percha y el esfuerzo de las dos perdigueras.
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