Introducción
Las distintas razas
de la zootecnia, cambian con las épocas y las aficiones. Por el contrario, el
perro sigue siendo, a través de toda la historia de la humanidad, fiel amigo y
compañero del hombre: cazador junto al prehistórico, cazador con el señor
feudal, y cazador hoy, con el deportista ya sea en el coto de zorros o junto al
montero, en sus manchas de reses.
Amigo siempre,
aunque varíen los nombres, y del fiel mastín o alano guardián se cambie al
exótico chiuahua o al Cocker. El hombre siempre busco en el perro fidelidad,
respeto, cariño y amor, y todo lo encontró al máximo. Y contra lo que dice C. R.
Acton (1953), que no aseguraría que sea el más inteligente de los animales,
siguiendo el criterio de los aficionados a los equinos, que afirman que lo es
el caballo, nosotros creemos de manera rotunda que lo es el perro; pruebas
contundentes de esta afirmación las tenemos a centenares: el can combate junto
al soldado, de manera muy inteligente, y es imprescindible en servicios de
vigilancia, sanidad o búsqueda de minas; el policía de las grandes ciudades
conoce bien la inteligencia del perro, que busca heridos, “cachea, detiene,
persigue y defiende”, mejor que el mejor de los policías; el cortijo o la masía
se pueden dejar solos si en su puerta se encuentra el podenco andaluz o el mastín;
el caído en el río o perdido en las nieves, no duda que las dos razas más
valientes y comprensivas son el Terranova y San Bernardo; al setter o al
pointer no les falta más que “hablar” cuando, haciendo la muestra, indican la
presencia de una roja perdiz; el ciego que camina por la inteligencia de su
perro, el viejo que se consuela contándole su historia al también viejo amigo,
el niño que comparte sus juegos infantiles con el bulldog o el bloodhound, y la
soltera que vive, duerme y come con su gran amigo, son claros ejemplos de la
inteligencia y la lealtad del perro, como dicen en Inglaterra “del amigo que
lame la mano que le castiga”.
Mientras que el
mundo avanza en destrucción y en odio, cada día será más actual el dicho
“cuanto más conozco a los hombres, mas quiero a mi perro”.
Las frases, del
Zend-Avesta “El mundo subsiste por la inteligencia del perro”, “no se da hombre
sin perro”; la de Cuvier “el perro es la más notable conquista del hombre”; la
de Cuatrefages “este animal nos da todo afecto, apoyo, ayuda, defensa”. No nos
traiciona jamás y solo nos pide un poco de cariño, “que no siempre encuentra”,
repiten ese himno al perro, que a través de todos los tiempos dedicó el hombre
a su gran amigo.
Escultura Egipcia
Historia del Perro
Por medio del pico, la azada y la pala, la historia primitiva de los perros, desde miles de años antes de que la escritura permitiera una mayor exactitud, se va desenredando. Las excavaciones realizadas han demostrado que ellos fueron compañeros del hombre en épocas tan remotas como el periodo Neolítico, talvez diez mil años atrás. A. CROXTON SMITH (1948) y A. EVANS (1916), en un informe a la Sociedad Inglesa, remontaron su origen a épocas más remotas, señalando las antiguas galerías de dibujos en cavernas entre las rocas del sur y norte de los Pirineos, por lo tanto en España. Se ha reconocido ahora que estas pinturas son Paleolíticas. Puede decirse que la historia del perro es la misma que la de la humanidad, porque el perro ha seguido al hombre en todas sus conquistas: se convirtió en pastor cuando el amo necesitó de un auxiliar en el rebaño; guerrero, cuando el hombre luchaba; señor, cuando el amo lo necesitaba de guarda en el castillo feudal; juguetón, para distraer a las damas y cortesanos, cuando no a reyes; mendigó, para ayudar al hombre a pedir limosna; y conquistador de un mundo, al acompañar las naves españolas de Colón.
Becerrillo
En los momentos
actuales es difícil afirmar si el hombre adoptó primero al perro o fue éste el
que adoptó al hombre.
Numerosos perros se
han hecho famosos a través de la historia: el galgo de Don Quijote; “Bulselle”,
el bul-terrier de C. Dikens; el Dandie-Dimmout de Walter Scott, hasta llegar al
“Rin-tin-tín”, el Alsaciano de la primera época del Oeste, o al Chihuahua de
nuestros días, o al “Pluto” de Walt Disney.
Existen en España,
en cuevas prehistóricas, numerosas pinturas de perros cazando. Si el perro está
en compañía del cazador, es indudable que el proceso de domesticación ya había
empezado, como acertadamente expone A. CROXTON SMITH (1948) en el capítulo “El
perro en la Historia”, del monumento canino que es el The Book of the Dog (El
Libro del Perro).
Puede ser, dice
CROXTON, que manadas de perros y lobos siguiesen al hombre para aprovecharse de
huesos y otros despojos, y que de esta forma empezase la íntima amistad que ha
perdurado constantemente desde entonces. Es sabido que existen tumbas donde se
han encontrado restos juntos de hombres y perros: ¿Qué supone ello? ¿El afecto
del hombre al ya fiel amigo? ¿O supersticiones de los hombres prehistóricos?
Parece ser que la
morada original del perro fue Asia; en Asiria, Babilonia, hay en el tercer
milenio antes de Jesucristo detalles caninos del tipo del mastín, tallados en
piedra.
El portugués RUY DE
ANDRADE, al hacer el estudio de las cavernas paleolíticas y neolíticas de
España, no cita al perro, y si al lobo y al zorro. Bajo la dinastía de los
faraones el perro llegó a alcanzar gran desarrollo, y existían ya perros
cazadores completamente opuestos al tipo del lebrel, que era muy apreciado, de
largas y delgadas patas, orejas dobladas y rabos como “espadas”, originarios,
posiblemente, del Saluki (galgo persa). Los egipcios habían domesticado al
perro 10.000 años antes de Jesucristo, y uno de sus dioses, Amebi, solía
representarse con forma que recordaba al can.
En las Sagradas
Escrituras, cundo habla Abel, se refiere mucho al perro pastor.
Los persas también
tenían gran adoración por el perro, y despreciaban a los canes comunes y
elogiaban al can deportivo. Los veloces perros de los persas eran los
antepasados de los bellos afga-houd (perros afganos).
Aristóteles, en el siglo IV antes de Jesucristo, decía: “los
perros sufren de rabia, que les pone en estado de furor, y todos los animales
que entonces muerden rabian”.
Para el
Zend-Avesta, el perro es uno de los tres animales que hay obligación de
alimentar. Los hebreos lo odiaban, y un israelita no podía ni tocarlo. El
emperador Chow-Hsin asignó a los perros de raza real un lugar en el protocolo
de la corte.
Religión de los antiguos pueblos Iranios
ARRIAN ha supuesto que los griegos no tuvieron lebreles hasta después de la invasión de los celtas, 273 años antes de Jesucristo. Tenían perros guardianes, de caza y de lujo o favoritos (CROXTON, 1948). Ya relata Jenofonte que el verdadero cazador griego no sacaba sus perros para “destrozar” liebres, sino por el placer de verlos correr tras ellas, exactamente igual que les agrada hoy a los deportistas galgueros. Querían que la liebre tuviese bastante campo por delante, y ya soltaban a los galgos por parejas. Los griegos despreciaban la caza sin perros. El perro “Argos” es exaltado por Homero al decir que fue el primero en reconocer a Ulises en su regreso, y que inmediatamente le lamió la mano. Jenofonte habla de la caza y en particular del galgo. Los romanos ponían al perro al lado de los grades dioses (Mitra) y lo consideraban el mejor auxiliar de las legiones. Eran muy empleados en las luchas en la arena, entre sí, o con otros animales. Columela alaba al pastor, y era muy típico en Roma el letrero “Cave canem” (cuidado con el perro). Popea poseía un maltes, de lo que se deduce que la mujer siempre ha tenido predilección por el perro elipométrico, mucho antes de la época del Renacimiento. Petronio describe luchas entre canes. En la antigüedad y en la edad media, era un auxiliar de los mendigos, y en Roma se usaba mucho en trabajos y “monerías” circenses.
Cynegéticus del Joven Jenofonte
Cuando Julio César desembarco en Bretaña, encontró que en
ella existían los mastines, sin duda traídos por los fenicios. Quedaron los
expedicionarios tan impresionados por la aptitud de estos perros para la lucha,
que los llevaron a Roma para pelear en la arena. Con el mismo fin parece que
importaron perros loberos de Irlanda, los antepasados del Irish Wod-Hound.
BERNARD (1954) nos relata la historia del perro de guerra, del que Ciro reunió gran número de dogos; de éstos, en el Museo de Nápoles los hay en bronce con coraza de lucha.
Estrabón pondera el valor y la fidelidad de los perros de los galos, que jamás se separaban de sus dueños. Los celtas tenían también regimientos de perros, armados con collares de púas y recubiertos con coraza, que saltaban al cuello y a la cara de los caballos enemigos. Aun en tiempos de Enrique VIII de Inglaterra, éste puso a disposición de Carlos V una unidad de 400 perros de combate.
Diana y sus Ninfas Cazando
Marco Polo en sus viajes durante el siglo XIII, nos relata que los tártaros poseían más de 5000 perros de raza, con los que perseguían osos, ciervos y otros animales de cacería.
Para algunos lugareños el perro era la encarnación de Satanás, frente al criterio de la iglesia, que lo consideraba compañero ideal. San Roque, atacado de la peste, sólo tuvo la compañía de un perro “Reste”, que le lamia las llagas; San Bernardo, San Basilio y Santo Domingo fueron muy amigos del can; como San Huberto, el patrón de los cazadores, que es clásico presentarlo con su ciervo y su perro. Alanos, dogos y mastines eran los perros de los ejércitos, y eran muy usados en la Edad Media, protegidos con corazas y collares de finas púas; se colocaban en retaguardia con materias incendiarias y pasaban perfectamente entre las extremidades de los caballos.
Los germanos eran
cazadores natos, sobre todo con Alanos. A través de la Edad Media, en
Inglaterra existieron grandes discrepancias entre los campesinos y los hacendados, que no les
permitían poseer el suficiente número de perros, por lo que los conejos
azotaban las cosechas (C. Press). Hay relatos de numerosos castigos por cazar
en vedados (penas de 6 chelines y 8 peniques). Según el profesor G. M.
Trevelyan, en su libro “Historia Social Inglesa”, en 1389 los comunes se
quejaban en el Parlamento de que los artesanos y trabajadores, sirvientas y
lacayos tuviesen perro. Los plebeyos podían tener mastines guardianes, pero
habían de ser mutilados para que no pudiesen cazar. Se penaba fuertemente al
cazador furtivo. En la Edad Media gustaban mucho en Inglaterra las luchas entre
perros, o de perros con toros (bulldog) o con osos; estos espectáculos
comenzaron en 1209 y se celebraron por última vez en 1835, en que fueron
prohibidos.
En Francia la caza,
el llamado “arte venatorio” tenía gran importancia. Carlos IX le dio gran
impulso y en toda época fueron ruidosas las monterías galas, con perros de
Normandía. La mayoría de galgos que usaban eran de España.
A mediados del siglo
XIV, en Inglaterra escribe Guillermo Twici el “Arte de la Cacería”, que consta
de varias páginas dedicadas a elogiar la cuerna y el pregón del perro.
Enrique duque de
York, nieto de Eduardo III, escribe “El dominio de la caza”, en gran parte
traducción del libro francés del conde “Gastón de Foix” (Croxton).
El Alto Renacimiento italiano pone de moda los pequeños perros, para damas refinadas.
En las cortes francesas e inglesa se produce
el exacerbamiento del perro juguete o “Faldero”.
Durante el reinado
de Enrique VIII de Inglaterra, había tal cantidad de perros en la corte, que
tuvieron que ser prohibidos por el rey. El doctor Cains, en 1570, escribió
extensamente sobre las razas caninas del país. Enrique III prohibió el paseo de
perros por la calle, sobre todo de los sin raza, y Enrique VIII fue el que más
importo spaniels de caza.
En Francia, el
Conde de Foix había escrito “La caza de los animales salvajes y los pájaros de
presa” en el siglo XIV. En el siglo XVIII alcanzan el máximo apogeo los
spaniels importados de España.
En España siempre
existió gran afición a las carreras de galgos. Calos V poseía pasión por las
monterías de jabalíes, y Felipe II importó Bulldogs a causa de haber visto las
luchas de perros contra toros en Inglaterra. Felipe IV fue también gran
aficionado a los canes.
Cuando Colón con
las naves españolas arribara a las costas americanas, observó el culto de los
nativos al perro y la presencia de perros sin pelo, los que pronto se unieron a
los mastines españoles.
Seria largo y
pródigo hacer la historia contemporánea del perro. En la actualidad, se
publican numerosas revistas y programas televisivos donde el can es el actor
principal. Se crean diversísimos Kennel Club y Asociaciones Caninas, y las
publicaciones y obras abarcan todos los campos, desde los libros sobre razas,
los más numerosos, hasta los dedicados a la alimentación, obras de carácter
general, específicas de una subespecie o de aptitudes caninas.
Saludos y buena caza compañeros.
Del libro “CANICULTURA” razas y explotación del perro.
Rafael Sarazá Ortiz
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