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martes, 13 de diciembre de 2022

CANICULTURA: Capitulo I

 Introducción

    Las distintas razas de la zootecnia, cambian con las épocas y las aficiones. Por el contrario, el perro sigue siendo, a través de toda la historia de la humanidad, fiel amigo y compañero del hombre: cazador junto al prehistórico, cazador con el señor feudal, y cazador hoy, con el deportista ya sea en el coto de zorros o junto al montero, en sus manchas de reses.

    Amigo siempre, aunque varíen los nombres, y del fiel mastín o alano guardián se cambie al exótico chiuahua o al Cocker. El hombre siempre busco en el perro fidelidad, respeto, cariño y amor, y todo lo encontró al máximo. Y contra lo que dice C. R. Acton (1953), que no aseguraría que sea el más inteligente de los animales, siguiendo el criterio de los aficionados a los equinos, que afirman que lo es el caballo, nosotros creemos de manera rotunda que lo es el perro; pruebas contundentes de esta afirmación las tenemos a centenares: el can combate junto al soldado, de manera muy inteligente, y es imprescindible en servicios de vigilancia, sanidad o búsqueda de minas; el policía de las grandes ciudades conoce bien la inteligencia del perro, que busca heridos, “cachea, detiene, persigue y defiende”, mejor que el mejor de los policías; el cortijo o la masía se pueden dejar solos si en su puerta se encuentra el podenco andaluz o el mastín; el caído en el río o perdido en las nieves, no duda que las dos razas más valientes y comprensivas son el Terranova y San Bernardo; al setter o al pointer no les falta más que “hablar” cuando, haciendo la muestra, indican la presencia de una roja perdiz; el ciego que camina por la inteligencia de su perro, el viejo que se consuela contándole su historia al también viejo amigo, el niño que comparte sus juegos infantiles con el bulldog o el bloodhound, y la soltera que vive, duerme y come con su gran amigo, son claros ejemplos de la inteligencia y la lealtad del perro, como dicen en Inglaterra “del amigo que lame la mano que le castiga”.

    Mientras que el mundo avanza en destrucción y en odio, cada día será más actual el dicho “cuanto más conozco a los hombres, mas quiero a mi perro”.

    Las frases, del Zend-Avesta “El mundo subsiste por la inteligencia del perro”, “no se da hombre sin perro”; la de Cuvier “el perro es la más notable conquista del hombre”; la de Cuatrefages “este animal nos da todo afecto, apoyo, ayuda, defensa”. No nos traiciona jamás y solo nos pide un poco de cariño, “que no siempre encuentra”, repiten ese himno al perro, que a través de todos los tiempos dedicó el hombre a su gran amigo.

Escultura Egipcia

Historia del Perro

    Por medio del pico, la azada y la pala, la historia primitiva de los perros, desde miles de años antes de que la escritura permitiera una mayor exactitud, se va desenredando. Las excavaciones realizadas han demostrado que ellos fueron compañeros del hombre en épocas tan remotas como el periodo Neolítico, talvez diez mil años atrás. A. CROXTON SMITH (1948) y A. EVANS (1916), en un informe a la Sociedad Inglesa, remontaron su origen a épocas más remotas, señalando las antiguas galerías de dibujos en cavernas entre las rocas del sur y norte de los Pirineos, por lo tanto en España. Se ha reconocido ahora que estas pinturas son Paleolíticas. Puede decirse que la historia del perro es la misma que la de la humanidad, porque el perro ha seguido al hombre en todas sus conquistas: se convirtió en pastor cuando el amo necesitó de un auxiliar en el rebaño; guerrero, cuando el hombre luchaba; señor, cuando el amo lo necesitaba de guarda en el castillo feudal; juguetón, para distraer a las damas y cortesanos, cuando no a reyes; mendigó, para ayudar al hombre a pedir limosna; y conquistador de un mundo, al acompañar las naves españolas de Colón. 

 Becerrillo

     En los momentos actuales es difícil afirmar si el hombre adoptó primero al perro o fue éste el que adoptó al hombre.

   Numerosos perros se han hecho famosos a través de la historia: el galgo de Don Quijote; “Bulselle”, el bul-terrier de C. Dikens; el Dandie-Dimmout de Walter Scott, hasta llegar al “Rin-tin-tín”, el Alsaciano de la primera época del Oeste, o al Chihuahua de nuestros días, o al “Pluto” de Walt Disney.

    Existen en España, en cuevas prehistóricas, numerosas pinturas de perros cazando. Si el perro está en compañía del cazador, es indudable que el proceso de domesticación ya había empezado, como acertadamente expone A. CROXTON SMITH (1948) en el capítulo “El perro en la Historia”, del monumento canino que es el The Book of the Dog (El Libro del Perro).

    Puede ser, dice CROXTON, que manadas de perros y lobos siguiesen al hombre para aprovecharse de huesos y otros despojos, y que de esta forma empezase la íntima amistad que ha perdurado constantemente desde entonces. Es sabido que existen tumbas donde se han encontrado restos juntos de hombres y perros: ¿Qué supone ello? ¿El afecto del hombre al ya fiel amigo? ¿O supersticiones de los hombres prehistóricos?

    Parece ser que la morada original del perro fue Asia; en Asiria, Babilonia, hay en el tercer milenio antes de Jesucristo detalles caninos del tipo del mastín, tallados en piedra.

    El portugués RUY DE ANDRADE, al hacer el estudio de las cavernas paleolíticas y neolíticas de España, no cita al perro, y si al lobo y al zorro. Bajo la dinastía de los faraones el perro llegó a alcanzar gran desarrollo, y existían ya perros cazadores completamente opuestos al tipo del lebrel, que era muy apreciado, de largas y delgadas patas, orejas dobladas y rabos como “espadas”, originarios, posiblemente, del Saluki (galgo persa). Los egipcios habían domesticado al perro 10.000 años antes de Jesucristo, y uno de sus dioses, Amebi, solía representarse con forma que recordaba al can.

    En las Sagradas Escrituras, cundo habla Abel, se refiere mucho al perro pastor.

  Los persas también tenían gran adoración por el perro, y despreciaban a los canes comunes y elogiaban al can deportivo. Los veloces perros de los persas eran los antepasados de los bellos afga-houd (perros afganos). 

   Aristóteles, en el siglo IV antes de Jesucristo, decía: “los perros sufren de rabia, que les pone en estado de furor, y todos los animales que entonces muerden rabian”.

  Para el Zend-Avesta, el perro es uno de los tres animales que hay obligación de alimentar. Los hebreos lo odiaban, y un israelita no podía ni tocarlo. El emperador Chow-Hsin asignó a los perros de raza real un lugar en el protocolo de la corte.

   Religión de los antiguos pueblos Iranios

    ARRIAN ha supuesto que los griegos no tuvieron lebreles hasta después de la invasión de los celtas, 273 años antes de Jesucristo. Tenían perros guardianes, de caza y de lujo o favoritos (CROXTON, 1948). Ya relata Jenofonte que el verdadero cazador griego no sacaba sus perros para “destrozar” liebres, sino por el placer de verlos correr tras ellas, exactamente igual que les agrada hoy a los deportistas galgueros. Querían que la liebre tuviese bastante campo por delante, y ya soltaban a los galgos por parejas. Los griegos despreciaban la caza sin perros. El perro “Argos” es exaltado por Homero al decir que fue el primero en reconocer a Ulises en su regreso, y que inmediatamente le lamió la mano. Jenofonte habla de la caza y en particular del galgo. Los romanos ponían al perro al lado de los grades dioses (Mitra) y lo consideraban el mejor auxiliar de las legiones. Eran muy empleados en las luchas en la arena, entre sí, o con otros animales. Columela alaba al pastor, y era muy típico en Roma el letrero “Cave canem”  (cuidado con el perro). Popea poseía un maltes, de lo que se deduce que la mujer siempre ha tenido predilección por el perro elipométrico, mucho antes de la época del Renacimiento. Petronio describe luchas entre canes. En la antigüedad y en la edad media, era un auxiliar de los mendigos, y en Roma se usaba mucho en trabajos y “monerías” circenses.

Cynegéticus del Joven Jenofonte

    Cuando Julio César desembarco en Bretaña, encontró que en ella existían los mastines, sin duda traídos por los fenicios. Quedaron los expedicionarios tan impresionados por la aptitud de estos perros para la lucha, que los llevaron a Roma para pelear en la arena. Con el mismo fin parece que importaron perros loberos de Irlanda, los antepasados del Irish Wod-Hound.

    BERNARD (1954) nos relata la historia del perro de guerra, del que Ciro reunió gran número de dogos; de éstos, en el Museo de Nápoles los hay en bronce con coraza de lucha.

    Estrabón pondera el valor y la fidelidad de los perros de los galos, que jamás se separaban de sus dueños. Los celtas tenían también regimientos de perros, armados con collares de púas y recubiertos con coraza, que saltaban al cuello y a la cara de los caballos enemigos. Aun en tiempos de Enrique VIII de Inglaterra, éste puso a disposición de Carlos V una unidad de 400 perros de combate.

Diana y sus Ninfas Cazando

    Marco Polo en sus viajes durante el siglo XIII, nos relata que los tártaros poseían más de 5000 perros de raza, con los que perseguían osos, ciervos y otros animales de cacería.

    Para algunos lugareños el perro era la encarnación de Satanás, frente al criterio de la iglesia, que lo consideraba compañero ideal. San Roque, atacado de la peste, sólo tuvo la compañía de un perro “Reste”, que le lamia las llagas; San Bernardo, San Basilio y Santo Domingo fueron muy amigos del can; como San Huberto, el patrón de los cazadores, que es clásico presentarlo con su ciervo y su perro. Alanos, dogos y mastines eran los perros de los ejércitos, y eran muy usados en la Edad Media, protegidos con corazas y collares de finas púas; se colocaban en retaguardia con materias incendiarias y pasaban perfectamente entre las extremidades de los caballos.

    Los germanos eran cazadores natos, sobre todo con Alanos. A través de la Edad Media, en Inglaterra existieron grandes discrepancias entre los  campesinos y los hacendados, que no les permitían poseer el suficiente número de perros, por lo que los conejos azotaban las cosechas (C. Press). Hay relatos de numerosos castigos por cazar en vedados (penas de 6 chelines y 8 peniques). Según el profesor G. M. Trevelyan, en su libro “Historia Social Inglesa”, en 1389 los comunes se quejaban en el Parlamento de que los artesanos y trabajadores, sirvientas y lacayos tuviesen perro. Los plebeyos podían tener mastines guardianes, pero habían de ser mutilados para que no pudiesen cazar. Se penaba fuertemente al cazador furtivo. En la Edad Media gustaban mucho en Inglaterra las luchas entre perros, o de perros con toros (bulldog) o con osos; estos espectáculos comenzaron en 1209 y se celebraron por última vez en 1835, en que fueron prohibidos. 


Paul de Vos (1596-1678)

    En Francia la caza, el llamado “arte venatorio” tenía gran importancia. Carlos IX le dio gran impulso y en toda época fueron ruidosas las monterías galas, con perros de Normandía. La mayoría de galgos que usaban eran de España.

    A mediados del siglo XIV, en Inglaterra escribe Guillermo Twici el “Arte de la Cacería”, que consta de varias páginas dedicadas a elogiar la cuerna y el pregón del perro.  

    Enrique duque de York, nieto de Eduardo III, escribe “El dominio de la caza”, en gran parte traducción del libro francés del conde “Gastón de Foix” (Croxton).

    El Alto Renacimiento italiano pone de moda los pequeños perros, para damas refinadas.

    En las cortes francesas e inglesa se produce el exacerbamiento del perro juguete o “Faldero”.

    Durante el reinado de Enrique VIII de Inglaterra, había tal cantidad de perros en la corte, que tuvieron que ser prohibidos por el rey. El doctor Cains, en 1570, escribió extensamente sobre las razas caninas del país. Enrique III prohibió el paseo de perros por la calle, sobre todo de los sin raza, y Enrique VIII fue el que más importo spaniels de caza.


Emmanuel Noterman (1808-1863)

    En Francia, el Conde de Foix había escrito “La caza de los animales salvajes y los pájaros de presa” en el siglo XIV. En el siglo XVIII alcanzan el máximo apogeo los spaniels importados de España.

    En España siempre existió gran afición a las carreras de galgos. Calos V poseía pasión por las monterías de jabalíes, y Felipe II importó Bulldogs a causa de haber visto las luchas de perros contra toros en Inglaterra. Felipe IV fue también gran aficionado a los canes.

    Cuando Colón con las naves españolas arribara a las costas americanas, observó el culto de los nativos al perro y la presencia de perros sin pelo, los que pronto se unieron a los mastines españoles.

    Seria largo y pródigo hacer la historia contemporánea del perro. En la actualidad, se publican numerosas revistas y programas televisivos donde el can es el actor principal. Se crean diversísimos Kennel Club y Asociaciones Caninas, y las publicaciones y obras abarcan todos los campos, desde los libros sobre razas, los más numerosos, hasta los dedicados a la alimentación, obras de carácter general, específicas de una subespecie o de aptitudes caninas.

Saludos y buena caza compañeros. 

Del libro “CANICULTURA” razas y explotación del perro.

Rafael Sarazá Ortiz

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